De las grandes tristezas se forjan los grandes hombres. Sufrió abandono, vivió en orfanato; su padre padeció esquizofrenia, la madre no pudo verlo crecer, pero estas vivencias hicieron de Alberto Aguilera – real nombre – el Juan Gabriel que enciende nuestros corazones con sus sentidas letras.
´´Fue un placer conocerte´´, todo lo dejaste en el escenario. Teatros, auditorios, gente culta, noble, sencilla, tuvimos la dicha de reconocer tus canciones: cantarlas, sufrirlas, emocionarnos con ellas.
De tu savia bebieron cantantes, enamorados, poetas y a los 66 años se detuvo el calendario. A un ángel, llamó el cielo, que vendió 100 millones de discos, cuyas miles de canciones se han traducido al turco, alemán, japonés, italiano, inglés, pues nadie ha querido perderse el sabor de tus composiciones hermosas, desgarradoras, intensas, como la vida misma.
´´Yo no nací para amar´´, así dijiste, pero los que nacimos y te escuchamos, nacimos para amarte, valorar tu música y valentía para vivir auténtico, en lo profesional y personal. Con derroche de ternura, de sensibilidad y fortaleza al mismo tiempo, abrazó el divo de Juárez, la cumbre del éxito, mas aunque estaba rodeado de tanto amor por sus títulos, sintió la soledad y expresaba: ´´que no me sienta nada bien´´.
Michoacán lo vio nacer, Juárez contempló el brote de luz de una estrella, México DF supo de la fama descomunal y el mundo fue su cielo, el lucero que iluminó las noches en su vida.
Consternación, impacto, dolor coexiste en las personas de disímiles países que recibieron la noticia de su muerte.
En California, Santa Mónica, se apagó su corazón, pero el cerebro que ha sido alma de la música en México, América y el mundo, seguirá funcionando. ´´No me vuelvo a enamorar, totalmente para qué´´. Pero quedó, quedaste enamorado de tu carrera, de la gente, de los aplausos.
Dios te bendiga en donde estés, porque tu telón, no ha sido bajado, no te fuiste, nos has regalado tu sonrisa, las manos tiernas y el calor de tus canciones. Nos quedó tu amor eterno, siempre.
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