domingo, 26 de junio de 2016

México mutilado: un acercamiento a las impresiones de un libro y la deuda de dignidad.

Fue el primer libro que tuve en mis manos al llegar a esta tierra del águila devorando a la serpiente. Mis ojos se clavaron como puñales deseosos de escudriñar el contenido de sus hojas. Ese título me atrapó: México mutilado: la raza maldita.

Mutilar es quitar, suprimir una parte de una cosa. ¿Que podrían haberle quitado a México? Una tierra iniciadora de la comida de tacos, excepto los del pastor que son Asia. País donde se inventó la charrería y la industria automovilística es de las más fuertes del mundo.

¿Y cuál sería la raza maldita? ¿Por qué catalogar así a seres humanos? Curiosa por responder a las interrogantes anteriores, me lancé al mundo de sus 716 páginas, escritas por Francisco Martín Moreno.

Hay dos frases que me gustan mucho: una sociedad es madura cuando respeta al otro y quien no conoce su historia, está condenado a repetirla. Por ello, si queremos saber lo que somos y a donde iremos, primariamente debemos saber qué fuimos: de esto se compone la esencia de nuestra vida.

Digo esto, porque en la novela política México mutilado, se recoge una parte dolorosa de la historia de México, presidentes disputándose unos con otros el trono de la nación como tomando a la ligera y sin importancia el cifrar los destinos de un país.

Antonio López de Santa Anna,  José Joaquín de Herrera, Valentín Canalizo y nuevamente José Joaquín de Herrera en 1844 y en los lustros de 1846 y 1847 otras siete figuras más asumieron el poder donde repite Santa Ana.

El libro me fue atrapando hasta imaginarme los momentos descriptivos y detallados de la guerra entre México y Estados Unidos comprendida en los años 1846 y 1848. Se van narrando las desigualdades de armamentos, los soldados mexicanos que iban a la guerra porque les pagaran y la iglesia católica prometiendo alianzas a cambio de que el invasor no tocara su patrimonio.

Así les decían a los fieles: ´´al señor no le agrada la violencia´´, para que aceptaran pacíficamente la intervención extranjera. Las consecuencias de esta guerra fue una venta de los territorios de Nuevo México, Texas y California, por 15 millones de dólares, la mitad de lo que habían ofrecido antes de la guerra.

México perdió gran parte de su extensión nacional, vendida por el republicano Antonio López de Santa Ana en 1848: el más de cuatro veces presidente del país.

¿Dónde está la herencia de respeto a los demás y a la tierra que pisan nuestros pies, que les dejaron sus antecesores a los mexicanos actuales?

Hace poco vi un partido de fútbol en la copa américa donde la selección nacional fue goleada siete a cero por Chile: considerada como la peor actuación de un equipo mexicano de futbol.

Los narradores hablaban de defender la camiseta. Expresaban que terminaran con honor el partido; pero ese valor es poco conocido aquí, en mi opinión, porque es relativo a la dignidad, a luchar con todas las fuerzas, a darle el valor que confiere el país, porque es el lugar donde naciste y te has forjado, a no rendirse, a no tirar la toalla, a demostrar que hay un rival enfrente, una persona que no claudica y está deseando conseguir un mejor resulta
do siempre.

Cuando haces búsquedas en la historia de México encuentras lagunas, situaciones que no están bien explicadas, héroes silenciosos que pocos conocen y otros menos sacrificados que convirtieron en mártires.

En el libro México mutilado, se recogen muchas de estas historias, como dice el autor: un grito de denuncia, de rabia y de impotencia. Hay una deuda grande con México, más allá de haberlos despojado de parte de su territorio por un puñado de dinero, que ya fue mucho,  y es la deuda de la dignidad.


Hay demasiado entretenimiento y poco cuestionamiento de lo esencial. Muchos no votan, otros lo hacen y no saben ni se preocupan al respecto de que sucederá después. Se pone en las manos de desconocidos políticos el destino de muchas familias mexicanas: las actuales y venideras.

Luego se habla de libertad, de vivir ´´a toda madre´´ porque algunos gritan groserías a algún gobernante o una palabra ofensiva al portero del equipo contrario en un partido de futbol.

Los que han nacido en este país, son mucho más que eso: tienen capacidad, talento para el trabajo, pero desconocen el valor de la dignidad. En la iglesia enseñan a cuidar la familia, más no en la escuela. Entonces el pueblo evangelizado es influenciado más fácilmente porque no está para pensar, ni quieren los gobernantes y el clero, que lo hagan.

Conozco a alguien que dice Dios es Dios y la iglesia es la iglesia, respetando opiniones diferentes, aquí hablamos de defender lo que tenemos, conociendo el pasado para hacer un mejor futuro.

México mutilado es una opción para meditar. La raza maldita es el invasor que todo lo absorbe, que ve a otros inferiores, y que dice ayudará a los demás, cuando ayuda a sus propias riquezas, que aún discrimina creyéndose con el derecho de invadir a otros.

Es sólo un punto de vista. Hay que proteger, ser dignos de merecer la tierra amada: una deuda pendiente de los mexicanos con México, de sus gobernantes con el país.


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