Me volví viciosa de las páginas de un libro, Siempre Compay, el título arriba de la foto de un hombre en sombrero con su risa amplia. Claro que pensé, se trata del autor del Chan chan, música que vienen cantando hasta los hijos de otras naciones, y estaba allí el pequeño ejemplar. Lo abrí, miré el precio accesible, sobre todo para mi semana del cinco al 10 de cada mes. Me dije lo llevo conmigo hasta que lo puse en mi taquilla. Reposó junto a varios libros, que leo por partes, en esos días que ando de visiones claras, literalmente hablando.
El domingo comenzé a leerlo, no imaginé que 112 páginas, pudieran atraparme tanto, pero si, entre más leía más deseaba llegar a la siguiente página.
Compay Segundo, seudónimo por el que muchos lo conocemos se llamó Francisco Repilado, nació en las afueras de Santiago de Cuba y tuvo ocho hermanos.
Cuando cumplió cinco años ya encendía los tabacos a su abuela, que falleció a los más de cien, con quien se quedó viviendo hasta que ella expiró, mientras su familia decidió mudarse a la ciudad. Aprendió el oficio de tabaquero, los habanos que han estado ligados a la tradición de los cubanos desde siempre.
El nombre de Compay Segundo se lo puso el comentarista deportivo muy conocido en Cuba y ya fallecido, Eddy Martín, durante unas grabaciones que hicieron en la capital. Antes en Santiago de Cuba aprovechaban el día del santo de la ciudad para bautizar a muchos niños, entonces se decían todos compadres y comadres.
Así formaron un cuarteto que le pusieron los compadres y fue la primera vez que viajó Compay fuera de Cuba. Lo hizo a México. Allí en México estaba Maximiliano Bartolo Moré, y Compay le dijo que ese país se les decían burros a los bartolos, entonces se cambió el nombre y se puso Benny, Benny Moré.