"Paciencia no es cargar y aguantar hasta no poder más y explotar. Paciencia es el arte de liberarme de cargas emocionales innecesarias, para mantener mi estado de paz". Es una frase anónima de los maestros gurús del yoga.
Cada mañana hay una lucha entre la consciencia donde habito y el cuerpo físico. Los músculos prefieren quedar resguardados entre las tibias sábanas, pero la mente susurra, bombeando sangre fría al cerebro: "debes ir", "hazlo".
Ocurre entonces mi encuentro con el yoga y la fuerza de voluntad. Juntas vamos a clase. Comienza el rito del equilibrio que durará dos horas. Todo partió de un sueño, mientras estaba despierta en este mundo material de ilusiones. El cuerpo avisa, duele porque te quiere y te envía señales. Es el momento justo de escuchar y poner atención a esta máquina maravillosa.
Lo llevé al doctor de la vida, al ejercicio natural que engrasara mente, cuerpo y espíritu. Toqué las puertas de una fraternidad de yoga y en tres meses ahí sigo, buscando respuestas...
"El yoga no es competencia", las 10 planchas de un gimnasio o las 30 abdominales del plan. Se trata de conocerte a ti mediante tu respiración. Sentir a tu cuerpo, darle masajes, consentirlo en el buen sentido. Experimentas con cada asana o postura, el torrente de sangre limpia corriendo por tus venas. Cuando todo se pone difícil y los maestros te indican realizar posturas incómodas así como en la vida, el mensaje es: "inhalar y exhalar, siempre por la nariz, para oxigenar el cerebro y encontrar equilibrio".
Aparece la ansiedad, fusión de las emociones del enojo, a causa del cansancio que generan las prácticas, conjunto al miedo, que da la incertidumbre de lo que estoy sintiendo. Son sensaciones desconocidas y de las cuales, no tenemos el control.
Qué maravilloso cuando fluyes, aceptando que eres parte de la creación divina y únicamente nos toca ser e ir al ritmo del viento, amoldarnos al vaivén de las olas y el brisar del tiempo. "Sólo un poco, sin excesos, no adaptarnos demasiado, a esta mundo enfermo".
Y es de esos días cuando Mirube se levanta y el ciclo natural asoma, cambiando todos sus planes.
La vela blanca en la mesa y el cuadro de la "La última cena" al frente. Un día antes ya dio gracias al creador y pidió bendijera sus espacios exteriores. Hizo la petición que la mano bendita tocara su interior e hiciera obra sagrada. La limpieza ocurre, los dolores de la sangre impura se han ido.
Vuelve la mirada al libro. Ha estado en su mesa, sobre la impresora y luego durmió en la cajonera por varios meses. Mirube lo hojea, recuerda haberlo leído en partes, interiorizando, sintiendo cada historia, tomando su esencia.
"El alquimista" de Paulo Coelho es abanico abierto frente a sus ojos. ¿Cómo entender el lenguaje universal? Adentro es silencio, afuera la ciudad sigue viva, con tanto ruido que te vuelve sordo. La gente no escucha, anda enfermamente aturdida. Entre todo, Mirube trata de estar ahí, ahora, en ese espacio de encuentro personal con su alma.
Recuerda el muchacho pastor de ovejas, protagonista del libro "El Alquimista", que salió a buscar un sueño. Había percibido que encontraría un tesoro en las pirámides de Egipto. Él conoció el "Alma del Mundo". Antes, tuvo que seguir a su corazón.
Claro que sintió emociones el muchacho de la narración. Mirube también ha sentido miedo, tristeza, alegría, enojo, afecto y amor. Estas son las llamadas emociones universales. Es sano sentir las emociones. Poco saludable es reprimirlas o guardarlas, disfrazadas con cobijas de olvido. Cuando así sucede, alguien logra encontrarlas y remueve todo, hasta hacerlas estallar.
Sentir es bueno, sugieren los maestros del yoga. Mejor es canalizar, dejar ir, que fluyan las emociones con las personas correctas, en el momento adecuado y con los modos apropiados. A esto le nombran inteligencia emocional, siempre actuar, generando un sabor de paz. "Ni el triunfo, ni el fracaso, el placer o el dolor, va a impedir que yo sea, un ser de imperturbable paz".
Mirube interioriza esto, "realmente la vida es generosa con quien vive su leyenda personal". Vuelve a las páginas del libro terminado. Piensa en seguir su vida y con fe, vendrá el regalo divino de amarla, junto a su compañero, como el muchacho con el alquimista. " El amor es sólo un incentivo más, no es algo que nos impida avanzar".
El proceso de sanación ha comenzado. Mirube pronto estará lista. La naturaleza es sabia y sabe de momentos perfectos para hacer su obra sacro- santa. Anda limpiando y sacando la basura que echó raíces en sus adentros. Va tomando el rumbo, el orden natural que se necesita.
El muchacho encontró el tesoro y Mirube escucha a su corazón. El latir es pausado. Un mensaje de calma, nace de lo profundo: "todo está y estará muy bien", "tranquila, respira con fe". Mirube anda en conquista de su tesoro y cree que ya lo tiene. Requiere conquistar el equilibrio para poder sentir su brillo. Las perlas son esplendorosas, todo es oro a su alrededor. La materia es ilimitada.
Desde la postura del cadáver observo a Mirube y viceversa. Tomo "Los 4 acuerdos" del doctor Miguel Ruiz y comienzo a hurgar en sus páginas. Vuelvo a la postura del cadáver de yoga. "Pienso en que nada somos y nada nos llevamos".
Cada noche morimos y cada día nacemos otra vez. Hoy y ahora, son mis momentos. Mirube lo sabe y yo comienzo a descubrirlo. En calma, con pasos firmes y seguros, veamos que nos trae el camino.
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