Quizás en pocas
naciones del globo terráqueo se venera con tanta fuerza a Dios y su
unigénito Jesús, como en México. Aquí varias personas viven la
navidad en los cantos de las misas, la bendición del padre con la
señal de la cruz en la frente, mojada de agua bendita, un líquido
preciado perfumado, y el abrazo de la navidad entre hermanos.
Principalmente en el
D.F. puedo hablarles de mi experiencia junto a una pequeña familia,
recién llegada esta extranjera al país azteca, en el día de
Nochebuena. Me comenta mi esposo que algunos compañeros del Poli
(Instituto Politécnico Nacional) esperaban la navidad intercambiando
regalos, luego compartían chistes, la cena; al día siguiente se
levantaban tarde, calentaban comida del día anterior, seguía un
tiempo de relajación y descanso. De esta manera llevan aquí para
esas fechas una convivencia familiar.
En mi caso tuve la
oportunidad de tener una vivencia diferente. Llegué y fue el primer
abrazo de dobles motivaciones: el encuentro esperado y la nochebuena.
Luego de un vistazo al pavo acabado de salir del horno, todos juntos,
dos niñas y un matrimonio de más de una década, asistimos a la
misa de natividad.
A la salida del
condominio (edificio habitacional), habían representado un
nacimiento, el niño Jesús en el pesebre y posteriormente en la
celebración de la misa hubo bengalas, cantos de una comunidad
grande, mayor que el espacio de la iglesia. De regreso cenamos varios
platillos, estábamos expectantes, sonrientes, por el advenimiento
del 25 de diciembre: la Navidad.
Y así se puede
observar acá en México, en una jornada común, a alguien mientras
trabaja haciendo arreglos en tuberías, escuchar música religiosa.
Están aquellos que felicitan a los que llevan el nombre de un santo
en su día, y antes del 2 de febrero se proponían mayormente en
mercados, imágenes del niño Jesús, para vestirlos y bendecirlos en
la festividad de la candelaria.
Desde la
evangelización de México son numerosas las familias que llevan a
bendecir la imagen del niño Jesús a la iglesia, en ocasión como la
llegada de la Navidad y conservan en sus casas, al niño sacrosanto.
El domingo de Ramos, día en que recoge la Biblia que Jesucristo
entró en la ciudad de Jerusalén y fue recibido con ramos, como el
rey de los judíos, múltiples mexicanos según he visto, llevan sus
ramos a bendecir a la iglesia.
La cuaresma se vive
religiosamente, comen pescado y mariscos cada miércoles y viernes,
además el viernes santo: día en que muere Jesús, hacen un Vía
Crusis en varios estados de la República, ejemplo Puebla, Sonora.
Sin embargo México
tiene históricamente plasmado la adoración a los dioses. Viene de
mucho tiempo atrás, fue herencia de sus antepasados. Por ejemplo
Teotihuacán, aldea que existió al inicio de la era cristiana,
cobraba importancia como centro de culto en la
cuenca del
Anáhuac.
Teotihuacán fue uno
de los centros religiosos más importantes de Mesoamérica. Su
horizonte estaba dominado por dos enormes pirámides: la "Pirámide
del Sol" y la "Pirámide de la Luna", ambos unidos por
una ancha avenida nombrada calzada de los muertos.
Los agricultores
vivían principalmente en casas de madera, otros habitantes vivían
en moradas de piedra decoradas con pinturas, murales y, en algunos
casos, con sistemas de drenaje.
Fueron los aztecas
que dieron el nombre de "Teotihuacán", a esta fascinante
cultura prehispánica, cuando llegaron a esas regiones alrededor del
año 1320 d.c. El nombre significa "Ciudad de los Dioses o
ciudad donde nacieron los dioses", ya que creían que los dioses
se habrían reunido allí para crear el sol y la luna después de que
el mundo y el universo fue creado.
La ciudad de
Teotihuacán fue un sitio muy venerado por los aztecas y se convirtió
en su centro de peregrinación desde la capital azteca de
Tenochtitlán (actual Ciudad de México).
Es la cultura
Teotihuacána una de las más misteriosas de México. Debido a que
desaparecieron antes de la llegada de los españoles al país, no
hay documentación de los españoles acerca de su cultura. Incluso
los aztecas en la cercana ciudad de Tenochtitlán sabían muy poco
acerca de ellos, porque su cultura llegó mucho más tarde de la
desaparición del pueblo de Teotihuacán.
Visitar Teotihuacán,
desarrollada entre los siglos I a.c hasta el siglo VIII d.c
aproximadamente, que llegó a tener una población probable de
125.000 habitantes, es una suerte que disfruta una gran afluencia de
turistas.
El ambiente natural,
con silbatos imitando el sonido de jaguares y antes de entrar, la
danza de los voladores de Papantla, seduce a recorrer Teotihuacán
por dentro.