viernes, 2 de agosto de 2019

"Yoga, el alquimista y la búsqueda del equilibrio emocional"

"Paciencia no es cargar y aguantar hasta no poder más y explotar. Paciencia es el arte de liberarme de cargas emocionales innecesarias, para mantener mi estado de paz". Es una frase anónima de los maestros gurús del yoga.

Cada mañana hay una lucha entre la consciencia donde habito y el cuerpo físico. Los músculos prefieren quedar resguardados entre las tibias sábanas, pero la mente susurra, bombeando sangre fría al cerebro: "debes ir", "hazlo".

Ocurre entonces mi encuentro con el yoga y la fuerza de voluntad. Juntas vamos a clase. Comienza el rito del equilibrio que durará dos horas. Todo partió de un sueño, mientras estaba despierta en este mundo material de ilusiones. El cuerpo avisa, duele porque te quiere y te envía señales. Es el momento justo de escuchar y poner atención a esta máquina maravillosa.

Lo llevé al doctor de la vida, al ejercicio natural que engrasara mente, cuerpo y espíritu. Toqué las puertas de una fraternidad de yoga y en tres meses ahí sigo, buscando respuestas...

"El yoga no es competencia", las 10 planchas de un gimnasio o las 30 abdominales del plan. Se trata de conocerte a ti mediante tu respiración. Sentir a tu cuerpo, darle masajes, consentirlo en el buen sentido. Experimentas con cada asana o postura, el torrente de sangre limpia corriendo por tus venas. Cuando todo se pone difícil y los maestros te indican realizar posturas incómodas así como en la vida, el mensaje es: "inhalar y exhalar, siempre por la nariz, para oxigenar el cerebro y encontrar equilibrio".

Aparece la ansiedad, fusión de las emociones del enojo, a causa del cansancio que generan las prácticas, conjunto al miedo, que da la incertidumbre de lo que estoy sintiendo. Son sensaciones desconocidas y de las cuales, no tenemos el control.

Qué maravilloso cuando fluyes, aceptando que eres parte de la creación divina y únicamente nos toca ser e ir al ritmo del viento, amoldarnos al vaivén de las olas y el brisar del tiempo. "Sólo un poco, sin excesos, no adaptarnos demasiado, a esta mundo enfermo".

Y es de esos días cuando Mirube se levanta y el ciclo natural asoma, cambiando todos sus planes.
La vela blanca en la mesa y el cuadro de la "La última cena" al frente. Un día antes ya dio gracias al creador y pidió bendijera sus espacios exteriores. Hizo la petición que la mano bendita tocara su interior e hiciera obra sagrada. La limpieza ocurre, los dolores de la sangre impura se han ido.

Vuelve la mirada al libro. Ha estado en su mesa, sobre la impresora y luego durmió en la cajonera por varios meses. Mirube lo hojea, recuerda haberlo leído en partes, interiorizando, sintiendo cada historia, tomando su esencia.