domingo, 20 de mayo de 2018

Despegar, volar? Memorias de un viaje...

Cuando era niña me encantaba andar en las nubes: miraba por la ventanilla del avión, comía los dulces que repartían las sobrecargos y pensaba que volar no tenía peligro.

Crecí y cuatro aspectos me asustan de andar  cerca del cielo. Siento los pelos de punta, el corazón hilando desde el mismo despegue, recorrido, las turbulencias y el aterrizaje.

Recientemente en mi viaje a Cuba, de regreso a México, anduvimos dando vueltas porque habían  zonas turbulentas y tráfico aéreo.

Con cada movimiento brusco, observaba las puertas de emergencia, pensaba en que si había una falla cómo sobrevivir pues nunca me he lanzado de un paracaídas ni usado los chalecos de los que siempre hacen demostración las aeromozas. Si daría tiempo, o se abrirían las puertas...

Estos pensamientos se avivaron en mi mente un poco más, con el accidente ocurrido en Cuba hace pocos días. Cuánta agonía y desesperación habrán sentido esas personas, cuántas historias sin escribir, experiencias truncadas, vidas de menores interrumpidas. A más de cien se les detuvo el reloj, se les acabó el tiempo.