imagen de google |
Antes de que mis pies tocaran suelo mexicano, ya había
escuchado que temblaba, mas imaginé que se trataba de un movimiento de tierra
sin grandes consecuencias. Pensé que sería similar al que sentí una vez en
Santiago de Cuba, cuando el terremoto que sacudió Haití.
En aquel momento recuerdo que estábamos en el Colegio la
Salle de la ciudad Héroe, segundo piso; recibiendo las clases de Inglés, método
Interchange. De repente todo comenzó a moverse. Solo atinamos a quedarnos en
nuestros asientos, que se balanceaban de un lado a otro, mientras nos mirábamos
con caras de soltar las risas, pues lo veíamos como algo gracioso e inesperado.
Acto seguido bajamos y todo permanecía igual: sin daños materiales ni humanos. Así
continué viviendo ese día y los restantes. En tanto Haití, respiraba podredumbre,
destrucción, muertes crecientes, ´´Santiago seguía siendo Santiago´´.
Por ello, exceptuando el hecho de sentir unos pequeños
vaivenes terrenales entre mis zapatos, nunca supe la magnitud de lo que es, vivir
un fuerte temblor, hasta este 19 de septiembre de 2017. Apenas en estos
momentos puedo escribir, pues antes se me congelaron las palabras.