lunes, 16 de marzo de 2015

Mi primer encuentro con la historia de México



Castillo de Chapultepec
México es un amasijo de lo nuevo y lo viejo. Unidos lo moderno y lo antiguo, engendran una población de indígenas, intelectuales, gente común: trabajadora, de clase alta, baja y paupérrima. Es imposible y pretencioso caracterizar a un país de más de 120 millones de habitantes y no es mi intención hacerlo, mas si pretendo reflejarles las impresiones de una extranjera aprendiendo desde este mundo – este otro lado -, donde se habla náhuatl, entre sus dialectos más representativos, y “mexicano”.

Un día corriente de compras en el mercado llamado Jamaica, situado en el Distrito Federal, se puede escuchar la Sonora Matancera, o en fechas especiales como el 14 de febrero, bailan los mexicanos bajo las luces del Rodeo Santa Fe, con la música de Benny Moré.

Me siento más cerca de mi Cuba, la tierra de los cubanos y de muchos otros, cuando escucho la orquesta de salsa colombiana Alquimia, hacerle homenaje a la Sonora Matancera, al interpretar El yerberito y El cañonazo y que decir de la mezcla de cumbia y son cubano, fusionados para ofrecer  contagiosos ritmos en  Viernes Cultural -, título del disco que grabara recientemente el grupo mexicano los Ángeles Azules en la isla del caimán.

No hay que olvidar que México y La Habana son dos ciudades que son como hermanas, decía en sus composiciones  el cantante Maximiliano Bartolomé Moré y en esa suerte de coincidencias, aparece la música cubana, en las películas de Germán Valdez conocido como Tin Tan dentro de la época del cine de oro del país Azteca. “El Mariachi desconocido”, ”La marca del Zorrillo” y “El Rey del Barrio” tienen presencia de las creaciones de músicos del archipiélago y varias escenas fueron filmadas en la capital de nuestra isla caribeña. Sin embargo algunos concordarán en que tuvimos la oportunidad de ver más filmes de Mario Moreno “Cantinflas”.

Las personas que conozco en México saben de los discos de Damaso Pérez Prado, Bienvenido Granda, elogian la medicina cubana, el deporte, talento de sus artistas y el carisma de los nativos bailadores, firmes y luchadores. Por eso, con el propósito de saldar deudas del conocimiento y descubrir aspectos de la cultura y tradiciones de los mexicanos, llegué al bosque de Chapultepec.

Ahí se puede hacer picnic – un día de campo en una gran ciudad – acompañados del pasto fino, parcialmente conservado, limpio y con agradable sombra. Mientras comemos tacos, conformados por tortillas de harina de maíz, a las que se añaden pollo, salsa de tomate con chile serrano, al mismo tiempo se puede disfrutar la danza de los voladores de Papantla, que proceden de la parte norte del estado de Veracruz.

Luego caminamos y más adelante encontramos el Monumento a los Niños Héroes, hasta llegar a una construcción palaciega ubicada en la cima del cerro, en el centro del bosque del mismo nombre. Me refiero al Castillo de Chapultepec.

A medida que nos vamos acercando pareciera como si retrocediéramos en el tiempo. Estamos ante la presencia del único castillo construido en América, situado a una altura de 2325 metros sobre el nivel del mar, que fuera construido por el virrey Bernardo de Gálvez y Madrid, el 16 de agosto de 1785, como su casa de verano.

Chapultepec proviene del dialecto náhuatl. Chapulli significa saltamontes y tepe (tl) cerro. El cerro del saltamontes o de Chapullín (Chapultepec) constituye el único castillo real del continente americano. Actualmente, convertido en Museo N
acional de Historia, abre sus puertas al público nacional y extranjero, de manera gratis, cada domingo.
Interior del Castillo

Una vez adentro, sus 19 salas, van ofreciendo pasajes de los lapsos de luchas del pueblo mexicano. Muestran armamentos del siglo XIX y principios del XX, inmuebles típicos de un castillo del periodo virreinal, vestimentas de españoles, pertenencias originales del cura Miguel Hidalgo, iniciador de la guerra de independencia de México, objetos y alhajas utilizados por sacerdotes, además de aderezos del emperador Maximiliano I y su esposa Carlota, quienes en el año 1864, usaron el castillo de Chapultepec como residencia oficial.